El Gran Poder De La Oración.

el poder de la oración

¿Qué dicen las encuestas?

La mayoría de las personas desconocen el poder de la oración, y las encuestas demuestran que la gente en la actualidad ora muy poco.

Según una encuesta Del Centro de Investigación Pew, los que oran a Dios con más frecuencia son los Testigos de Jehová con un 90%. Le siguen los mormones con un 85% mientras que los católicos sólo un 59%.

el poder de la oración
Imagen de la encuesta del Centro de Investigación Pew.

Algunas excusas típicas para no orar

  • No creo que necesite hacerlo, no me he portado mal.
  • ¡Dios no responde¡ He implorado mucho sin algún resultado.
  • ¿Para qué orar a Dios si siempre caigo en pecado?
  • Dios ya sabe lo que necesito.
  • Mis amigos se burlarían de mí ¡Qué pena!
  • No sé cómo orar a Dios, no sé qué decirle…
  • Pues yo solo hago oración cuando me nace.

La oración en la Biblia

Algunas de las oraciones más conocidas de la Biblia son el Padre Nuestro, el Salmo 91 que se aconseja rezar antes de dormir y la Shema, que es una oración judía importante.

Algunas formas comunes de orar en la Biblia incluyen:

  • Oración de alabanza y gratitud (Salmo 95:2-3).
  • Oración de adoración (Hechos 13:2-3)
  • La oración de fe (Santiago 5:15)
  • Oración de súplica y petición (Filipenses 4:6)
  • Oración de consagración o dedicación (Mateo 26:39)
  • Oración de confesión y arrepentimiento (1 Juan 1:9)
  • Oración de intercesión (1 Timoteo 2:1)
  • Oracion en grupo (Mateo 18:19-20)
  • Oracion de protección (Salmo 59)

Tu vida refleja tu oración.

Mucho de lo que somos interiormente se refleja en lo que somos exteriormente (Proverbios 27:19). Por eso, nuestra vida de oración habla volúmenes de quién somos interiormente.

“Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas. Porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que crees y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas. Porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida.” 1 Homilía del Papa Francisco a sacerdotes, seminaristas, religiosos. Morelia, 16 de febrero de 2016.

Una persona que vive lejos de Dios es un indicativo de que no es una persona de oración. Por el contrario, una persona que habla mucho de Dios en sus conversaciones vive de acuerdo con el Evangelio sería un indicativo de que esa persona ora a Dios.

Qué es la Oración

la oración

Una de las definiciones más precisa sobre la oración la ofrece San Juan Damasceno.

“La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”. (De fide ortodoxa, 3,24: Pag. 94).

Santa Teresa también nos da esta hermosa definición:

Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo. Es un grito de agradecimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría.”

Hay otro principio no menos importante: la oración es un medio para comunicarnos con Dios que nos ama.La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo”. (Catecismo n. 2564.)

La oración no es un ejercicio de pídelo y reclámalo. Eso no sería orar; eso sería esperar que Dios cumpla nuestros caprichos según nuestro antojo.

Dios nunca ha prometido complacer todos nuestros deseos ni solucionar todos nuestros problemas. “Pedís y no recibís, porque pedís mal.” (Sant 2:3).

Puedes objetar: ¿cómo puede ser la oración un diálogo si no podemos escuchar la voz de Dios?

Es cierto, pero podemos escuchar la voz de Dios de otras maneras, en la naturaleza, en la sonrisa de los niños, en la belleza de la vida especialmente en las Escrituras etc.

“En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos”. (Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 21).

Orar a Dios supone esfuerzo.

La oración como toda tarea requiere esfuerzo; tanto para empezar a orar, como para mantenernos enfocados mientras hacemos oración. Dice Jesús en la Escritura “El espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mat 26:41).

Y el Catecismo (n. 2754). “Las dificultades principales en el ejercicio de la oración son la distracción y la sequedad. El remedio está en la fe, la conversión y la vigilancia del corazón.”

Pero, aunque orar requiere esfuerzo es un esfuerzo que vale la pena, porque es más eficaz que cualquier otro esfuerzo.

Aunado a esto el demonio es muy astuto, siempre nos tentará para que nos alejemos de la vida de oración, porque sabe la oración lo derrota y desbarata sus planes perversos para llevarnos al infierno eterno.

La oración es un deber cristiano.

Decía el Padre Jorge Lorings:

“Cuando se trata de una obligación, no se trata de que me divierta. El alumno va a clase no a divertirse sino a aprender. El trabajador va a su trabajo no a divertirse, va a trabajar. Y si el alumno no va a clase porque no le divierte lo suspenden o quedará libre y si el trabajador no va a trabajar porque no le divierte, no cobra.”

Quizás hoy te despertaste apurado te vestiste de prisa y saliste de casa sin tomar unos minutos para hacer oración. Para agradecer a Dios por el nuevo día, la salud, el trabajo y la familia.

Tal vez lo primero que hiciste fue mirar tus mensajes de Facebook, Instagram o Twitter. Te gano la tentación y así, ofreciste al demonio tus primeras obras del día.

No te culpo, a todos se nos dificulta cumplir nuestras responsabilidades cristianas. Pero independientemente si nos guste o no, la oración es un deber para todo cristiano.

¿Por qué? porque es uno de los medios para honrar a Dios Quien es el autor de la vida.

“Los ojos de todos te miran esperando; tú les das a su tiempo el alimento. Tú abres la mano y sacias de bienes a todo viviente.” (Salmo 145.15–16)

Además, el Señor mismo así lo ordena a sus seguidores a orar siempre en la Escritura.

  • “Oren constantemente. En todo den gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de ustedes.” (1 Tes 5.16–18).
  • “Sean perseverantes en la oración”. (Col 4.2).
  • “No se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presenten a Dios sus peticiones, mediante la oración y la súplica”. (Flp 4.6).
  • “Sean, pues, sensatos y sobrios para darse a la oración.” (1 Pedro 4.7)

Lo mismo se diría pues de la oración: si no oramos no nos salvamos. Es cierto que con el paso del tiempo un deber puede hacer mella y convertirse en algo difícil, vacío y rutinario.

En tales circunstancias, lo ideal no es dejar aun lado nuestro buen propósito, sino pedirle a Dios nos anime a ser constantes en la oración. “Creo en Ti Señor: pero aumenta mi fe” (Lucas 17.5).

Conforme Dios vea tu disponibilidad, enviará a tu alma gracias especiales para ayudarte a que seas más perseverante en la oración. El mismo Espíritu habrá de venir a socorrerte y guiarte en la oración (Rom 8.26–27).

Dios irá poniendo ante ti el tiempo y el espacio, dependerá de ti aprovecharlo o rechazarlo. Decía San Agustín: “Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedas, y Dios te dará para que puedas.”

Oración y disciplina.

el poder de la oración y orar a dios

La oración es una disciplina espiritual. Esta disciplina no es muy diferente como la disciplina de ir al gimnasio. La oración es la gimnasia del alma, es un entrenamiento espiritual. Como toda tarea vas a encontrar momentos de agotamiento y desánimo.

No te desalientes, nunca ha habido un campeón mundial indisciplinado, de la misma manera no podrás convertirte en un campeón espiritual si en la oración no eres disciplinado. “Órgano que no se usa se atrofia, un alma sin oración se enferma”.

Jesús animaba a sus Apóstoles a ejercitar sus almas permaneciendo constantes en la oración a pesar del sueño y el cansancio (Luc 22.44–46).

La oración misma es el antídoto para no caer en tentación para vencer la pereza espiritual. El mismo esfuerzo que supone hacer oración, el mismo, desgano se vuelve oración.

Decía Santa Teresa de Ávila: “Aquellos ratos que estamos en la oración; sea cuan flojamente estés, Dios los tiene en mucho.” ¡Que grande es la misericordia de Dios para con nosotros que hasta toma en cuenta esos momentos de esfuerzo y sacrificio para orar!

Cuando el cuerpo se ve sometido repetidas veces al mismo esfuerzo se produce un cambio para aumentar su eficiencia bajo estas condiciones. Ese proceso se llama adaptación y es lo que se busca con el entrenamiento.

De la misma manera, regularmente Dios somete el músculo del alma al estrés y sufrimiento para que pueda crecer y fortalecerse.

A orar a Dios se aprende orando.

Hoy día existen muchos libros sobre cómo hacer oración. Algunos nos dan excelentes consejos, otros se van a los extremos como sugerir que debemos de hacer yoga. Por eso es necesario aprender a orar correctamente, como a Dios le agrada.

“La oración no se reduce al brote espontáneo de un impulso interior: para orar a Dios es necesario querer orar.” “No basta sólo con saber lo que las Escrituras revelan sobre la oración: es necesario también aprender a orar”. (Catecismo n. 2650).

Pero a orar se aprende orando. ¿Pero cómo quieres aprender a orar sino empiezas a orar y lo postergas para mañana? San Josemaría Escrivá aconsejaba: “¿Que no sabes orar? Ponte en la presencia de Dios, y en cuanto comiences a decir: ‘Señor, ¡no sé hacer oración! está seguro de que has empezado a hacerla.” (Camino 90).

Empieza poco a poco, pero firme y decidido. Si quieres ver grandes resultados empieza por plantar las semillas. Se constante y no vaciles, porque la inconstancia en la oración ha sido una de las causas principales por las que muchos han naufragado en la fe (1 Timoteo 1:19).

Descuidar la vida de oración implica un estancamiento, un retroceso en la vida cristiana. Basta ver lo que el ejemplo de Pedro. Jesús les dijo a sus discípulos que oraran para que no cayeran en tentación en el monte de los olivos.

Sin embargo, porque no siguieron el consejo de Jesús, se quedaron dormidos. Luego Pedro sacó su espada e hirió a uno de los soldados. Esto nos muestra que si no oramos caemos en tentación. Fallamos primero en privado y luego fallamos públicamente como en el caso de Pedro.

el poder de la oración

La clave para orar mejor.

Todos oramos pidiendo principalmente por nuestras necesidades, pero pocos con la intención de cambiar de vida. Entonces no se puede esperar que Dios escuche tus oraciones, mientras que está viviendo de una forma imprudente. “Cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones” (Santiago 4:3).

San Agustín decía: “¡Qué fácil es para un hombre desear todo tipo de cosas del Señor y, sin embargo, no desear al Señor mismo! ¡Como si el regalo pudiera ser más dulce que el Dador!” (San Agustín, Salmo lxxvi). Por eso Santo Tomás dice que, en la oración, las cosas temporales deben buscarse en segundo lugar, y no principalmente.

¡Esto es de sentido común! Cuando queramos conseguir algo de una persona, primero hay que ganarnos su confianza. Escribe San Juan: Sabemos que Dios no oye a los pecadores, pero al que es piadoso y hace su voluntad, a ése le oye. (Jn 9.31).

Y Santiago dice: “La oración ferviente del justo tiene mucho poder.” (Stg 5.16) Luego entonces las oraciones de quien no es justo tienen menos poder.

En conclusión.

La mayoría de nosotros subestimamos el poder de la oración porque no vemos resultados inmediatos. Alguien decía: “El Medio infalible para orar mal, es tener una idea demasiado baja de la oración”.

La oración es el arma más poderosa que tenemos los seres humanos. La oración tiene el poder de cambiar la historia, de evitar conflictos armados, de evitar plagas.

El poder de la oración puede aplacar la justa ira de Dios, aplacar tormentas, huracanes, ciclones y tempestades.

La oración es una de las armaduras de Dios para luchar contra toda fuerza poderosa enemiga (Ef 6.10–13). Con la oración Josué consigue que el sol y la luna se detuvieran por un día entero (Josué 10.12–13). Moisés logró aplacar el castigo divino sobre Israel (Éx 32.14).

Cuando oramos, nuestros miedos y temores pudieran ser aliviados. Nuestra fe se alimentaria se haría más fuerte. Con la oración, podemos alcanzar la paz aun en medio de nuestras dificultades. Cuando oramos, nos hacemos más humanos y humildes.

Podemos incluso ser sanados por medio de la oración. Con la oración podríamos revertir de nuestra sociedad moderna nuestras miserias. La oración es el arma que puede salvar al mundo de las garras del mal.

Por lo tanto, para orar a Dios no hace falta esperar a que tengas tiempo o que estés de buen ánimo, que cambie el clima, basta con que quieras hacerlo. “No tienes que esperar hasta convertirte en santo. [La oración] es la forma de convertirse en santo. El consejo más importante sobre la oración es una sola palabra: ¡Comienza!”

Si te has puesto como meta el cielo, la rutina diaria de la oración es el vehículo que te hará llegar. Obviamente la oración no es la única medio para salvarnos, y alcanzar el cielo, pero si uno de los medios más importantes.

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