Juzgar En La Biblia. ¿Solo Dios Pude juzgar?

Juzgar en la biblia

Si nosotros buscamos como juzgar en la Biblia, la Biblia nos enseña a juzgar con amor, sabiduría y justicia. Jesús dijo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados.” (Mateo 7:1).

Sin embargo, algunas personas llevan estas palabras de Jesús al extremo para alegar que no deberíamos juzgar a nadie.

Todo texto bíblico debe de ser leído en su contexto para poder entender mejor lo que ese texto dice.

Un poco más adelante (v.15) Jesús advierte: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”.

Obviamente, necesitamos juzgarlos con un juicio justo y con lo que para nosotros en ese momento es la verdad.

Por eso mismo en el Evangelio de San Juan leemos: “No juzguéis según la apariencia, Juzgad con juicio justo.” (Jn 7:24).

Qué significa juzgar en la Biblia

  • Juzgar* significa básicamente evaluar.
  • Evaluar* es la acción de medir algo y compararlo con algo para poder estimar su valor.

Según el Diccionario general de la lengua española, Vox juzgar simplemente implica “Formar opinión sobre algo o alguien.”

Por ejemplo, “¿Qué valor tiene este artículo que está leyendo ahora mismo?” Significa que usted quiere saber si este escrito tiene un valor intelectual, práctico, o financiero, y si no representa una pérdida de tiempo.

Solo Dios puede juzgar

Seguramente habrás oído que solo Dios puede juzgar. Juzgar a los demás pareciera ser una actitud muy negativa, incluso ser considerada una acción pecaminosa, pero no es necesariamente así.

La Biblia dice que juzgar significa “tomar decisiones por propia cuenta” (1 Corintios 4:5), y esto es exactamente lo que los cristianos deberían hacer cuando se trata de juzgar a otras personas.

Cuando Jesús dijo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” no estaba diciendo que no hay que juzgar a los demás, basta leer (Mateo 23:13–32) como Jesús juzga y critica a los escribas y fariseos con palabras duras como “guías ciegos” “fariseos hipócritas”.

Juzgar la creencia del otro en sí no es malo.

Pero no es solo un dicho, es un mandamiento. En Romanos 14:10, San Pablo escribe:

“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? En efecto, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios, pues dice la Escritura: ¡Por mi vida!, dice el Señor, que toda rodilla se doblará ante mí, y toda lengua bendecirá a Dios. Así pues, cada uno de ustedes dará cuenta de sí mismo a Dios. Dejemos, por tanto, de juzgarnos los unos a los otros; juzguen más bien que no se debe poner tropiezo o escándalo al hermano.” (Romanos 14:10–13)

Aquí pareciera nuevamente que no debemos juzgar a los demás, especialmente a nuestros hermanos según la fe. Sin embargo, San Pablo se refiere al tipo de juicio imprudente y apresurado.

Si juzgáramos y criticarnos con justicia, a las personas las estamos ayudando y previniendo en vez de ofendiendo.

Ahora, ¿cómo podemos nosotros saber si los que vienen a nuestros hogares a ofrecernos cursos bíblicos o como interpretar la Biblia no son falsos profetas si no es juzgando sus doctrinas?

Por tanto, el problema no es juzgar, sino hacerlo premeditadamente, sin conocer de fondo el motivo de nuestro juicio.

Y así nuestro señor en ese mismo pasaje dice: “Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la pajuela del ojo de tu hermano”. (Mateo 7:5).

En otras palabras, no debemos de juzgar a otros de forma hipócrita y superficial. Primero tenemos corregir nuestra conducta, nuestros malos hábitos.

Juzgar con justo juicio

Si bien es cierto que no podemos saber todo sobre las circunstancias personales de otro ser humano (los secretos son secretos), sí podemos ver sus actos y luego aplicar nuestras reglas morales imaginarias para determinar si son buenas o malas personas (de ahí vienen los juicios).

¿Pero cómo podemos practicar el juicio justo y la crítica constructiva? Pues hay algunos puntos a considerar:

  1. Juzgar sin prejuicios
  2. Juzgar a otros con justo juicio
  3. No juzgues a nadie precipitadamente.

Como se ha dicho en otro artículo: “Por lo general, cuando criticamos, enfatizamos o resaltamos en el otro lo que está mal, y nos olvidamos de resaltar lo que está bien, o que podría mejorarse.”

Tener paciencia con los que juzgan mal

He dialogado con muchos anticatólicos que acusan al Papa de ser el hombre más rico del mundo y que debería vender sus bienes a los pobres, pero cuando les pregunto que si estarían dispuestos a hacer lo mismo se quedan callados.

Con cuánta razón decía San Agustín: “Somos a veces muy cuidadosos para saber la vida ajena y desidiosos para enmendar la propia”.

“Hay muchos que, si viesen a un monje con un vestido de lujo o comiendo con abundancia, lo acusarían amargamente, siendo así que ellos roban todos los días y viven en continua crápula.”

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 23,2

No podemos juzgar al Papa o a cualquier otra persona sin primero contar con las evidencias claras, de no ser así, estamos juzgando mal y precipitadamente, es decir, estamos levantando una calumnia.

Esta es una vieja táctica proselitista de sectas como los Testigos de Jehová de satanizar a la Iglesia para ganar miembros. En varias de sus revistas critican particularmente a la Iglesia Católica y al Papa.

“Cuando hayáis llegado a vuestra habitación, sedes amables con aquellos que han elegido puertas diferentes y con aquellos que siguen aún en el vestíbulo. Si están equivocados, necesitan mucho más de vuestras oraciones, y si son vuestros enemigos, entonces se os ha mandado rezar por ellos. Esa es una de las reglas comunes a toda la casa.” 1C. S. Lewis. “Mero Cristianismo”. p. 20

Dónde dice en la Biblia no juzgar a los demás

Hay varios pasajes que hablan sobre juzgar con justo juicio a los demás, estos son algunos de ellos.

  • “¿Cómo es que miras la astilla que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?” (Mateo 7:3)
  • “No juzguen según la apariencia. Juzguen con juicio justo.” (Juan 7:24)
  • “Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, los espirituales, corríjanlo con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado.” (Gálatas 6:1)
  • “Hermanos míos, si alguno de ustedes se desvía de la verdad y otro le convierte, sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados.” (Santiago 5:19–20)

Aprender a juzgar correctamente

En la Biblia, se nos instruye para juzgar correctamente. Para ello tenemos que juzgarnos a nosotros mismos antes de juzgar a los demás.

Juzgar es un aspecto importante de la vida cristiana, pero también puede ser peligroso si lo abordamos con una actitud equivocada.

Juzgar con justo juicio Significa evaluar una situación de manera imparcial, sin prejuicios, juzgando con base en pruebas y argumentos objetivos.

Es crucial recordar que el juicio sin pruebas o apresurado puede tener el efecto contrario de lo que buscas, y puede crear más distancia entre usted y los demás.

En conclusión.

Jesús no condena juzgar a los demás, condena juzgar a los demás injustamente. De hecho, amonestar al pecador después de juzgar sus actos es una obra espiritual de misericordia (Santiago 5:20).

De la misma manera, ¿Cómo puedo corregir el error en la creencia de otra persona si no juzgo y critico según mis capacidades y dentro de lo que es justo sus crecías y doctrinas?

¿Cómo podres distinguir entre el lobo y la objeta, entre el falso profeta y el apóstol? Tengo que realizar un juicio de acuerdo con mis conocimientos y capacidades.

Por lo tanto, las palabras de Cristo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados.” (Mateo 7:1) Se deben interpretar así:

“No juzguéis injustamente para que no seáis juzgados por Dios en la otra vida, por no juzgar con justicia y en verdad. Pues con la misma severidad como juzgáis serás juzgado cuando estéis frente a puesto Creador. Por tanto, si juzgas, juzga con justicia y vivirás.”

En consecuencia, los juicios de Dios son rectos y Él es quien juzga todo con justicia, pero la ley humana también puede juzgar a las personas. Dios, sin embargo, tendrá la última palabra sobre el carácter de cada persona y su destino eterno.

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