Los protestantes citan 1 Juan 1:9 para negar la necesidad del Purgatorio.
“Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.” (1 Juan 1:9)
La teoría es que si al confesar nuestros, Dios nos perdona y purifica, esto implica que no hay necesidad de pasar por un Purgatorio después de esta vida.
Pero si analizamos el pasaje con más calma, nos damos cuenta de que no niega la doctrina del Purgatorio, y que por el contrario la favorece.
Para empezar, este pasaje se encuentra en medio de dos texos que informan que el creyente no estará totalmente libre del pecado y por ende, de sus efectos temporales.
“Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros.” (1 Juan 1:8)
“Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros.” (1 Juan 1:10)
Purificacion continua
El hecho que 1 Juan 1:9 se encuentra en medio de dos pasajes que hablan de “tener pecado” (1 Juan 1:8) y “haber pecado” (1 Juan 1:10) sugiere que la confesión debe ser continua, ergo “porque volveremos a pecar”.
Y si volvemos a pecar, igualmente tendremos la necesidad de purificarnos de forma continua o habitual.
El famoso pastor calvinista John MacArthur comenta:
“El pecado necesita ser confesado y superado como un patrón regular de vida. Y eso también está claro en 1 Juan 1:9. Seguimos confesando, y Él sigue perdonando y limpiando. La confesión continua no trae justificación, la confesión continua está relacionada con la santificación”.
De hecho, un poco más adelante en la misma carta se reconoce que los cristianos pueden volver a caer en el pecado:
“Hijos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre: Jesucristo, el Justo” (1 Jn 2:1).
Purificados de toda injusticia
Otra cosa que debo enfocarme ahora para dar otro punto importante es en la palabra griega que se traduce como “injusticia” es ἀδικία (adikia), que significa: injusticia, maldad, torcimiento de lo recto.
Esta palabra en el girego original y como hoy, no solo se refiere meramente a actos externos de pecado, sino a algo interno que corrompe y hiere el corazón o la conciencia.
Todos sabemos que injusticia empieza en el corazón, y la Escritura asi lo muestra: (Santiago 1:14-15; Mateo 15:19; 7:21-23).
Escribe Tomás de Kempis de forma muy acertada:
“Primeramente se ofrece un simple pensamiento, después la importuna imaginación, luego la delectación, el movimiento desordenado y el consentimiento”. (De la imitación de cristo y menosprecio del mundo, página 59)
El teólogo metodista y comentarista bíblico Adam Clarke, comentando sobre este texto biblico explica:
“Y limpiarnos de toda injusticia” — No solo perdonar el pecado, sino también purificar el corazón. El pecado existe en el alma bajo dos modos o formas: (1) En la culpa, que requiere perdón o absolución. (2) En la contaminación, que requiere purificación. La culpa, para ser perdonada, debe ser confesada; y la contaminación, para ser limpiada, también debe ser confesada. Para hallar misericordia, el hombre debe reconocerse y sentirse pecador, a fin de acudir fervientemente a Dios en busca de perdón; para obtener un corazón limpio, el hombre debe conocer y sentir su propia depravación, reconocerla y lamentarla delante de Dios, con el fin de ser plenamente santificado.
Según Clarke, el pecado opera en el alma bajo dos formas:
- Culpa, que requiere perdón o absolución.
- Contaminación, que requiere purificación.
Así que aunque el perdón de Dios borra la culpa del pecado, la contaminación del corazón necesita ser limpiada o purificada y esto logicamente lleva tiempo.
Esto encaja perfectamente con la enseñanza católica del doble efecto del pecado. En otras palabras, incluso un comentarista protestante reconoce aquí la distinción que fundamenta la doctrina del purgatorio.
Su sangre nos purifica de todo pecado 1 Juan 1:7
Otro pasaje que se utiliza para negar el Purgatorio se encuentra ahí mismo en este capítulo en los versos antecedentes:
“Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.” (1 Juan 1:7)
Este pasaje tampoco niega la existencia del Purgatorio, sino más bien lo soporta.
Los que rechazan el Purgatorio solo se enfocan en esta frase: La sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. Pero se olvidan de la parte primera: “Pero si caminamos en la luz”.
Es decir, para que Cristo nos limpie de todo pecado: hay que caminar en la luz. Esto es precisamente la doctrina del Purgatorio, porque las personas que están el Purgatorio “están caminando en la Luz” es decir están en el proceso de la santificación actuando en ellos a la gracia divina, y por eso continúan siendo purificados por la sangre de Cristo, porque “estan caminando en Cristo que es la Luz”.
Un poco más adelante en el capítulo tercero San Juan escribe: “Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica, porque él es puro.” (1 Jn 3:3).
El pasaje no puede ser más claro cada creyente que tienes esperanza en Cristo debe estar dispuesto a purificarse de forma continua.
Entonces donde queda la teoría que la Purificación es cosa de un evento en el tiempo, de un solo acto de arrepentimiento o de aceptar a Cristo en tu corazón?
No señores, si realmente vamos a ser consistentes con lo que enseña el Apóstol San Juan en su primera carta, tenemos forzosamente que aceptar su llamado a purificarnos de forma constante ¿Como vas a negar la claridad de las palaras del Apóstol Juan a favor del Purgatorio?